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28 abril, 2007

LA FAGEDA D´EN JORDAN; HABAS Y EL LAUREL

La zona volcánica mejor conservada de la península es el Parque Natural de la Garrotxa.

Rodeando la ciudad de Olot se distribuyen unos treinta conos volcánicos y restos de más de veinte coladas de lavas basálticas, las cuales sirven para hacer las delicias de los aficionados a la geología. La Fageda d¨en Jordan es un buen paseo para elegir.

Existe una llanura de restos volcánicos, hoy día poblada por un extenso bosque de hayas. La peculiaridad reside por tratarse de un hayedo en baja cota (550 metros de altura) sobre la lava endurecida de un volcán.

Si queremos iniciar un recorrido, es necesario alcanzar el aparcamiento situado junto a la oficina de información del Parque. Empezaremos el mismo por un sendero correctamente balizado y durante la caminata estaremos pisando un suelo que hace once mil años era todo fuego y mares de lava ardiendo. Hoy esta tierra adormecida ha reemplazado el rojo por el verde.

Bajo la hierba aún podrás ver este color oscuro y que nos indican la compleja historia del lugar y su delicado equilibrio ecológico. Veremos pequeñas montañas a ambos lados del camino, se trata de burbujas petrificadas de la colada de lava.

Un recorrido para cualquier época
Cualquier época es adecuada para recorrer este paraje, aunque la más recomendable es en el otoño. Hay que decir que a la Garrotxa acuden anualmente miles de visitantes. Merece la pena hacerlo por que son numerosas las excursiones que se pueden realizar, entre otros lugares, al Hayedo de En Jordá, Volcán de Santa Margarida, volcán del Croscat, Santa Pau, Can Xel, Graderes del volcán Croscat, volcán de Montsacopa, Ruta de las tras Coladas y a los riscos de Castellfollit de la roca.

LAS HABAS
Hace miles de años las habas se recolectaban de manera silvestre en Afganistán y al pie del Himalaya, sus lugares de origen. En la Era Cristiana se conocieron en Jericó, existiendo constancia en libros y escritos encontrados, que ya se consumían en el antiguo Egipto, Grecia y Roma. Los romanos las consumían para potenciar su virilidad. Su tamaño alcanzaba la uña de un dedo. Posteriormente fue Cachemira donde rápidamente se mejoró convirtiéndose en una de las provisiones más importantes de la población.

Se sabe que a los griegos les gustaban verdes y con su vaina. Los romanos confeccionaban un pan de harina con las habas secas (el tomentum) cuando les escaseaban los cereales. Horacio las recomendaba y su consumo era tan grande que las tinajas que se perdían en los naufragios de las naves romanas estaban casi siempre llenas de esta leguminosa. Algunas célebres familias romanas tuvieron como gloria asociar su nombre familiar al de las habas, como por ejemplo los célebres Fabios.
Durante las hambrunas que asolaron Europa en la Edad Media las habas se convirtieron en el principal alimento durante aquellos años. A España, donde se propagaron rápidamente, llegaron principalmente por el Mediterráneo. En la actualidad ocupan un importante lugar entre las cosechas de leguminosas en nuestro país.

Son conocidas sus propiedades alimenticias muy ricas en calorías y proteínas. Se deben consumir cuando son tiernas ya que son más fáciles de digerir. Si se han de comer secas deberán ponerse a remojo durante 24 horas, para después cocerlas bien para que no resulten indigestas. También se comen crudas cuando son muy tiernas y con jamón o con foie resultan exquisitas. Dicen que ingeridas por la noche pueden producir pesadillas. Durante la Edad Media se creía que las almas de los muertos vivían dentro de esta legumbre.

La costumbre del Roscón de Reyes, nos ha llegado de los Romanos y ellos fueron quienes idearon lo de poner una haba dentro del roscón y al que le tocaba era el rey de la fiesta.

Las habas resultan recomendables para combatir el colesterol, y el Alzheimer, gracias a la lecitina y a la colina. Sus flores en infusión son depurativas y antirreumáticas, amén de otros bienes.

EL LAUREL
Rondan el millar de especies la familia de las lauráceas, propias de los países cálidos y muy ricas en esencias variadas. Duras y correosas, las hojas del laurel se conservan durante todo el año. Este árbol florece en la primavera. Se cría en barrancos sombríos y húmedos y en climas no muy extremosos, aunque es posible encontrarlo en casi cada rincón de España.

Su cultivo se puede hacer al abrigo de un muro orientado al mediodía. Si se deja crecer libremente, sin podar, se convertirá en árbol, llegando a alcanzar los 15 metros de altura. Sus hojas perennes poseen un color verde oscuro y, junto con las flores, desprenden un agradable aroma. Pueden llegar a medir 9 cm. y, generalmente, muestran una forma alargada con borde ondulado.

El toque de color lo ponen las flores que nacen en marzo o abril. Muestran una tonalidad amarilla que contrasta sobre el oscuro verde de las hojas. Aunque para el ser humano lo que realmente tiene valor del laurel son sus hojas, a las que se dan múltiples usos, las flores resultan muy vistosas. . En invierno, las fuertes heladas pueden estropearlo, así que protégelo de las corrientes de aire y sitúalo en un lugar que no tenga demasiada sombra durante esta estación. Resiste la sequía sin grandes problemas. Eso sí, en caso de que esté plantado en maceta, necesitará mayor cantidad de agua.

Además, el laurel es un tónico estomacal, carminativo y emenagogo. Bueno para la inapetencia. Excita al estomago para segregar sus jugos en las comidas apetitosas, aunque puede resultar contraproducente si esta víscera funciona con secreciones superfluas que conviene más bien frenar. En la cocina, las hojas del laurel gozan de grandes prerrogativas. Uno de los alimentos que más agradece el sabor que le aporta es el pollo y las lentejas estofadas. También son muchos los remedios que se fabrican a partir de sus bayas. Es frecuente elaborar infusiones, utilizando las partes verdes, destinadas a aliviar problemas estomacales y reducir la hipertensión. Se toman también para facilitar la digestión y la expectoración, sobre todo en niños y ancianos.

Los antiguos consagraron el laurel al dios Apolo y con él se coronaban todos los emperadores romanos. Junto al olivo era señal de paz y de victoria. Si se echan sus hojas al fuego, dan unos chasquidos o pequeños estallidos. Con las semillas se produce el aceite aromático de laurel, que se utiliza en la fabricación de jabones y otros productos de perfumería. Está también recomendado para la elaboración de ungüentos y linimentos que se aplican sobre molestias musculares.

Muy importante: cuidado de no confundir el laurel (Laurus nobilis) con el Laurel cerezo o Laurel real (Prunus laurocerasus), al que se parece en cierta forma. Esta última planta es tóxica por ingestión para las personas.