Un paseante que acostumbre a hacerlo habitualmente por las calles madrileñas y sea mínimamente observador, podrá ver y si tiene una cámara fotográfica, hoy día tan pequeñitas y fáciles de manejar, plasmar verdaderas curiosidades de esta ciudad nuestra cada día más sucia y causando sensación de puro abandono. La suciedad la crean sus habitantes, los que se creen unos “picassos” del spray, las mascotas de quienes las sacan a pasear y..., los numerosos vándalos que nada respetan y que existen en todos los lugares y los que solo piensan en ellos como si no vivieran en comunidad. Bien es verdad, que unos y otros se aprovechan de la ausencia de agentes de la autoridad que les puedan castigar cuando cometen una infracción. Bueno, también contribuye bastante la demora de los correspondientes servicios encargados de corregir las anomalías que otros originan y que nosotros observamos en nuestro paseo.
Miren estas tres fotografías. La primera es un letrero de la calle de Pedro Rico, alcalde que
fue de la Villa y Corte, difícilmente legible, porque algún “artista” ha tirado de bote y ¡zis, zas! hecho. Pues, así lleva meses y meses. ¿Se espera a que el agua de lluvia realice el milagro de su restauración y se lave el solito? La siguiente, otro letrero indicador también pintarrajeado y el tercer poste totalmente ilegible.
Esta fotografía es la de un banco, bueno lo que queda de lo que fue un banco, porque alguien o algunos se han dedicado a romperlo y dejarlo en tal estado. Tras permanecer así varias semanas, ha desaparecido y el lugar que ocupaba permanece vacío esperando la llegada de un sustituto en perfectas condiciones.
¿Se sienten cansados? Tranquilos, hombre, mujer, tranquilos, tranquilas. Pueden descansar un ratito en tan magnífico colchón que alguien ha dejado caer como, por descuido, disimulando, ¿quizá con nocturnidad? Solo estuvo tres-cuatro días. Fue retirado no sé por quien. Todos deberíamos saber que los servicios municipales colocan en los portales, cada muy poco tiempo, el aviso de recogida de muebles y trastos viejos. Colaboremos.
Y esta señora ¿qué hace? Con que tranquilidad cruza la calle. ¿Pero no se ha fijado en el coche que tiene enfrente que la impide el paso? Seguro que no la importa, está ya acostumbrada y su abrigo, de paso, limpiará por rozamiento, el vehículo tan indebidamente aparcado por un despreocupado conductor harto de no encontrar un lugar para dejar su coche.
Vamos terminando, pero material hay para dar y tomar. Miren estos pilotes. Permanecen más tiempo arrancados que de pie. Los servicios municipales correspondientes parece que no lo ven. Y si lo ven tardan y tardan en reparar tanto desperfecto en una ciudad, que repito, nos da la sensación de estar abandonada. ¿Más rapidez!, ¡más rapidez!, por favor. Madrid tiene que ser ejemplo de ciudad limpia y aseada no solo en el Centro, sino en todos sus barrios.
Quiero terminar estos comentarios gráficos con un párrafo que leí hace unos días del maestro de periodistas Manuel Martín Ferrand “Este pasado sábado, poco después de las ocho y media de la tarde, en la calle Fuencarral, sólo en el tramo comprendido entre el cruce de la calle de la Beneficencia y el de la Farmacia, en la que se alza la Real Academia que le da nombre a la vía, llegué a contar seis varones, seis, en muy poco recatada actitud mingitoria. Un policía municipal amonestaba al conductor de un coche aparcado en segunda fila sin advertir, o querer advertir, a los meones que —¡San Isidro nos ampare!— marcaban el estilo y el tono de la calle. Los gamberros de la calle Fuencarral actúan con la pasividad de Gallardón”...
No hay comentarios:
Publicar un comentario